


Aunque muchos diseñadores conocen qué fue el colectivo Grapus, como en la entrada anterior he colocado una cita de quien fuera uno sus miembros, me parece adecuado hacer aquí una pequeña referencia.
Fundado en 1970 por Pierre Bernard, Gérard Paris-Clavel y François Miehe, -todos ellos miembros del Partido Comunista Francés, formados en el Institut d’Environnement de Paris y a los que unos cinco o seis años más tarde se unirían Jean-Paul Bachollet, Alex Jordan y Marc Dumas-, surgió todavía al calor de los últimos rescoldos del Mayo del 68.
Y es que en aquel mes y en aquel año, París se había convertido en un escenario idealista donde la gráfica se contemplaba -como ya hicieran las vanguardias artísticas de principios del siglo XX- como un herramienta de intervención social altamente eficaz. Los estudiantes de la Escuela de Bellas Artes se unieron a la huelga general y ocuparon los estudios de diseño y las imprentas; organizados bajo la denominación de Atelier Populaire, y funcionando de manera asamblearia, produjeron carteles y periódicos murales de una enorme vitalidad.
De aquel clima revolucionario surgió Grapus. Con una metodología procedente en buena parte de la semiología tamizada por la influencia de la gráfica polaca, -cuyas enseñanzas habían recibido Bernard y Paris-Clavel directamente de Henryk Tomaszewski- sus imágenes, a veces agresivas y en ocasiones hasta repulsivas, con sus colores brillantes, sus garabatos infantiles y sus impredecibles mezclas de formas fueron una llamada de atención no sólo para sus compatriotas sino para un buen número de diseñadores inconformistas de todo el mundo que encontraron en ellos un camino a seguir.
Grapus, cuyo nombre procedía de un juego de palabras entre “graphics” -su profesión- y “crapules staliniennes”, -su manera crítica de aproximarse al comunismo en un momento en el que se estaba poniendo en duda la doctrina oficial- significaba una concepción del diseño plena de idealismo y compromiso. Aunque el trabajo se hacía de manera individual, respetando el estilo de cada uno, cualquier propuesta se firmaba de manera conjunta tras ser examinaba y discutida por todos los miembros del grupo; era la forma de poner en práctica unas ideas que suponían una nueva visión de la sociedad (enfocada desde la izquierda) y que se concretaban en un trabajo con vocación de servicio público, ligado al ámbito de la cultura -en sus líneas más progresistas- y al de la política -porque para ellos el desempleo o la educación eran, al fin y al cabo, cuestiones políticas- y lo más alejado posible de la publicidad que para el colectivo no era sino una herramienta del poder que constreñía la libertad creativa.
Durante unos veinte años -su disolución se producirá en enero de 1991, tras haber recibido el Gran Premio Nacional de Arte Gráfico de Francia- Grapus diseñó campañas sociopolíticas impactantes -como la de la “Union du peuple de France”-; creó la imagen corporativa del sindicato comunista CGT y desarrolló la línea de comunicación de un buen número de organizaciones de ayuda humanitaria, centros culturales -como La Maison de la Culture de Nanterre o la de Sant Etienne-, teatros -“La Salamandre”, el Theàtre du 8ème o el Petit Odeon- y museos -entre otros el de la Revolución Francesa-; agrupó a diseñadores reconocidos de todo el mundo para llevar a cabo proyectos en torno a una determinada causa como sucedió, por ejemplo, en 1989 cuando sesenta y seis profesionales fueron convocados para realizar una serie de carteles -que serían expuestos en la conmemoración del Bicentenario de la Revolución Francesa- con el tema de los derechos humanos; mostró su trabajo en más de cincuenta exposiciones y provocó, en su momento, una buena cantidad de literatura. No obstante, quizá por encima de todos estos logros esté que Grapus sirvió -y aún sirve- de modelo para quienes creen que el diseño tiene una función y una responsabilidad social.
Fundado en 1970 por Pierre Bernard, Gérard Paris-Clavel y François Miehe, -todos ellos miembros del Partido Comunista Francés, formados en el Institut d’Environnement de Paris y a los que unos cinco o seis años más tarde se unirían Jean-Paul Bachollet, Alex Jordan y Marc Dumas-, surgió todavía al calor de los últimos rescoldos del Mayo del 68.
Y es que en aquel mes y en aquel año, París se había convertido en un escenario idealista donde la gráfica se contemplaba -como ya hicieran las vanguardias artísticas de principios del siglo XX- como un herramienta de intervención social altamente eficaz. Los estudiantes de la Escuela de Bellas Artes se unieron a la huelga general y ocuparon los estudios de diseño y las imprentas; organizados bajo la denominación de Atelier Populaire, y funcionando de manera asamblearia, produjeron carteles y periódicos murales de una enorme vitalidad.
De aquel clima revolucionario surgió Grapus. Con una metodología procedente en buena parte de la semiología tamizada por la influencia de la gráfica polaca, -cuyas enseñanzas habían recibido Bernard y Paris-Clavel directamente de Henryk Tomaszewski- sus imágenes, a veces agresivas y en ocasiones hasta repulsivas, con sus colores brillantes, sus garabatos infantiles y sus impredecibles mezclas de formas fueron una llamada de atención no sólo para sus compatriotas sino para un buen número de diseñadores inconformistas de todo el mundo que encontraron en ellos un camino a seguir.
Grapus, cuyo nombre procedía de un juego de palabras entre “graphics” -su profesión- y “crapules staliniennes”, -su manera crítica de aproximarse al comunismo en un momento en el que se estaba poniendo en duda la doctrina oficial- significaba una concepción del diseño plena de idealismo y compromiso. Aunque el trabajo se hacía de manera individual, respetando el estilo de cada uno, cualquier propuesta se firmaba de manera conjunta tras ser examinaba y discutida por todos los miembros del grupo; era la forma de poner en práctica unas ideas que suponían una nueva visión de la sociedad (enfocada desde la izquierda) y que se concretaban en un trabajo con vocación de servicio público, ligado al ámbito de la cultura -en sus líneas más progresistas- y al de la política -porque para ellos el desempleo o la educación eran, al fin y al cabo, cuestiones políticas- y lo más alejado posible de la publicidad que para el colectivo no era sino una herramienta del poder que constreñía la libertad creativa.
Durante unos veinte años -su disolución se producirá en enero de 1991, tras haber recibido el Gran Premio Nacional de Arte Gráfico de Francia- Grapus diseñó campañas sociopolíticas impactantes -como la de la “Union du peuple de France”-; creó la imagen corporativa del sindicato comunista CGT y desarrolló la línea de comunicación de un buen número de organizaciones de ayuda humanitaria, centros culturales -como La Maison de la Culture de Nanterre o la de Sant Etienne-, teatros -“La Salamandre”, el Theàtre du 8ème o el Petit Odeon- y museos -entre otros el de la Revolución Francesa-; agrupó a diseñadores reconocidos de todo el mundo para llevar a cabo proyectos en torno a una determinada causa como sucedió, por ejemplo, en 1989 cuando sesenta y seis profesionales fueron convocados para realizar una serie de carteles -que serían expuestos en la conmemoración del Bicentenario de la Revolución Francesa- con el tema de los derechos humanos; mostró su trabajo en más de cincuenta exposiciones y provocó, en su momento, una buena cantidad de literatura. No obstante, quizá por encima de todos estos logros esté que Grapus sirvió -y aún sirve- de modelo para quienes creen que el diseño tiene una función y una responsabilidad social.
Si queréis ver un estupendo archivo con imágenes de sus trabajos, podéis consultar: http://www.aubervilliers.fr/rubrique113.html
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